Cómo combatir la ansiedad por comer
En repetidas ocasiones hemos escuchado que las emociones se relacionan con los alimentos
Así que no es raro que a una persona se le defina como dulce o amarga [da], sin embargo existe una emoción que aunque no se relaciona directamente con el sabor de algún alimento, sí lleva al individuo a incrementar su ingesta alimentaria: nos referimos a la ansiedad.
La ansiedad es un estado emocional en el que la persona tiene sentimientos de angustia, desesperanza y de vacío interno.
Se trata de un trastorno que empieza afectando a la mente y que también puede tener repercusión física sobre diversos órganos del cuerpo, pudiendo llegar a producir: taquicardia, dolor estomacal, cefalea, diarreas, etc.
La ansiedad se calma, de manera puntual y pasajera pero eficaz, comiendo.
Algunas situaciones que pueden fomentar la ansiedad por comer son:
- Dietas desequilibradas, es decir deficientes en el aporte de macro (proteínas, hidratos de carbono y lípidos) y micro nutrimentos (vitaminas y minerales)
- Hacer ayunos prolongados, es decir realizar sólo 1 ó 2 comidas al día, o incluso 3 pero muy distanciadas entre ellas
- Comer de prisa
- Falta de descanso, entre otras
Sin embargo es importante considerar que existen dos conceptos que suelen confundirse y por lo tanto malinterpretarse, lo que puede llevar al individuo a incrementar la ingesta de alimentos, incluso de manera muy específica, es decir tener preferencia por lo salado o lo dulce, son el hambre y el apetito.
Pero son distintos y se encuentran regulados por diferentes mecanismos.
Al apetito se le define como el deseo consciente de comer, que puede ser especifico, y se adquiere por experiencia.
En cambio el hambre es un estado primitivo, no aprendido, asociado a cambios psíquicos (irritabilidad, tensión), manifestaciones vegetativas (vacío epigástrico, nauseas, etc.)
Es decir, el hambre es la necesidad del organismo de alimentarse, mientras que el apetito son las ganas de comer algo específico, “antojos”, aun en estado de saciedad.
Los hábitos alimentarios son los que influyen directamente sobre el apetito.
Algunos hábitos pueden ser sensoriales como el aroma, el aspecto del plato, situaciones socioculturales (como la disponibilidad de alimentos), factores económicos, de comportamiento (tradición, prejuicios, valor social, errores populares, moda, etc.).
Muchos hábitos suelen ser incorrectos, y sobre este punto debe trabajarse para una adecuada selección de alimentos para saciar el apetito y que no ocurran desajustes en la alimentación que puedan conducir a alteraciones del estado nutricional ya sea por exceso (sobrepeso) o por déficit (anemias por ejemplo).
El acto de alimentarse debe ser para saciar el hambre y proveer a nuestro organismo de los nutrientes necesarios para un correcto desarrollo y mantenimiento del mismo, no para controlar las emociones.
Sigue abajo algunas sugerencias para controlar el impulso por comer solo por antojo o por alteración de las emociones:
1. Comer cada 4 horas
La ansiedad se domina mejor poniendo orden en la vida; comer a tiempo y con tiempo, varias veces al día, sin que pasen más de 4 horas entre una comida y otra, permita detectar con naturalidad la verdadera sensación de hambre.
2. Dormir suficiente
3. Comer despacio
De esta forma la sensación de plenitud gástrica y de saciedad llega al cerebro, y éste dará la orden de dejar de comer a tiempo.
4. Más triptófano
El aminoácido triptófano, componente de las proteínas, se transforma en serotonina, un neurotransmisor cerebral relacionado con el buen ánimo y el control del apetito.
Niveles bajos de serotonina se asocian con mayor ansiedad por los dulces. Alimentos ricos en triptófano son carnes, pescados, huevos, lácteos, soja, frutos secos, plátano, piña y aguacate.
5. Vitamina B6 y magnesio
La B6 participa en la síntesis de serotonina a partir de triptófano, y en la formación de las neuronas, las células del sistema nervioso. La deficiencia causa ansiedad.
El magnesio, por sus cualidades relajantes, es un buen complemento para calmar los nervios. Abunda en germen de trigo, levadura de cerveza, nueces, higos secos, cereales integrales, legumbres, acelga y espinacas.
6. Relajante jugo de lechuga
De la decocción de hojas de lechuga y agua se toman un par de vasos al día, el último antes de acostarse.
La lechuga contiene lactulina, una sustancia que le otorga la propiedad relajante. Tomar la lechuga en ensalada también proporciona ese efecto relajante.
Fuente: http://nutrirvivir.blogspot.com.es